Las quemaduras oculares de la superficie del ojo se han dividido de manera clásica en químicas y térmicas, división válida por ser su causa, patógena, el tratamiento y evolución distintas en cada caso. Ambas se presentan como complicaciones secundarias a accidentes familiares, laborales o agresiones intencionadas.
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Estas quemaduras son, con frecuencia, complicaciones caseras (a menudo por pequeñas explosiones al prender el calentador de gas) y, en ocasiones, explosiones industriales.
En la mayoría de los casos son leves e instantáneas y rara vez alcanzan a entrar en contacto con la superficie ocular. Cuando esto sucede, el epitelio corneal se pierde parcial o completamente (por coagulación proteica), dando origen a erosiones superficiales y en quemaduras graves a ulceraciones de tamaño variable. Ya que el contacto con la fuente térmica es instantáneo con frecuencia la conjuntiva bulbar se ve rara vez implicada. Las lesiones, con compresión y cicloplejía, desaparecen con rapidez (24 a 48 h). Es recomendable el uso de antibióticos locales en forma profiláctica
Si se encuentra ante esta emergencia, debe seguir los siguientes pasos:
puede ser útil colocar un retractor palpebral y administrar un anestésico local, p. ej. solución de proparacaína al 0,5 %. Si no se dispone del retractor palpebral, colocarse guantes y separar los párpados con los dedos.
solución de Ringer, eventualmente con NaCl al 0,9 %. Si el único líquido a disposición es el agua no estéril, es mejor usarla enseguida que esperar un líquido estéril. El chorro del agua se puede dirigir hacia el ojo con las manos plegadas; el agua de la ducha o de la manguera del jardín se puede verter en el ojo a baja presión; el agua de un vaso o de una taza hay que verterla en el ojo varias veces con la cabeza flexionada hacia atrás.
para retirar mecánicamente todas las partículas de la sustancia quemante, invertir el párpado superior para visualizar el fórnix superior del saco conjuntival.